Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Un tímido chico de dieciséis años vive la apacible vida de quien se dedica a coleccionar cómics descatalogados y a vivir entre sus páginas sin que nadie lo moleste. O al menos así era hasta que Martha, una compañera de clase con la que apenas tiene relación, le invita a pasar una noche llena de películas de terror en su casa. O al menos así era hasta que le anuncian que su padre, un reconocido escritor, está escribiendo un nuevo libro y quiere que le ayude. O al menos así era hasta que descubre que Mei, su única y mejor amiga y por la que siente una maraña compleja de sentimientos, se ve a escondidas con uno de los chicos populares del instituto. A veces, las cosas más pequeñas son las que cambian el rumbo de nuestra vida. Y las mentiras más peligrosas son las que nos contamos a nosotros mismos.
Raquel Escribano Ortega (Tudela, 25 de febrero de 1996) Apasionada de la lectura y de crear sus propias historias desde pequeña, con diez años descubrió la pasión por la escritura y con quince años escribió su primer manuscrito. Desde entonces innumerables intentos han dado resultado a su primera novela publicada.
A nivel local ha ganado un par de concursos de relatos, además de publicar un artículo sobre sus fiestas patronales. Durante años publicó de forma activa una historia en internet que consiguió más de 28000 leídos.
Actualmente se encuentra inmersa en el desarrollo de varios proyectos, entre los que se encuentran el estudio de una segunda carrera, varios manuscritos en diferentes estados y un guion de cómic.
«Mar de tormentas es una historia contemporánea que narra las aventuras y desventuras de un adolescente solitario al que le obligan a salir de su zona de confort. Una carta de amor a esas amistades intensas que se van perdiendo poco a poco, a esas personas con las que solo te cruzas una vez y no las puedes olvidar y, sobre todo, a las que siempre han estado ahí, en el fondo, pasando desapercibidas. La soledad y la amistad, así como la forma en la que ambas nos definen, se mezclan con el amor por la literatura, las historias y la forma en la que las palabras sirven como salvoconducto y salvavidas en momentos claves de nuestra vida».
«No podía decirse que Ben y yo fuésemos amigos. Amigos era un término muy optimista y pretencioso para fuera la que fuese la relación que nos unía. El año pasado nos habíamos sentado lo suficientemente cerca el uno del otro como para llegar a hacer un par de trabajos conjuntos, quedar un par de tardes para jugar al baloncesto, y a lo mejor fantasear con la idea de pasar un fin de semana entero enclaustrados en su casa jugando a videojuegos y zampando pizza. Ben era un tipo agradable, de esos que siempre tienen palabras dando vueltas por su lengua. Escucharlo era como hacer un viaje por carretera sin mapa y con los ojos vendados: algo terrible y excitante, pero que de una manera u otra está abocada al desastre. Tenía un gusto un tanto peculiar para las series policiacas que a mí me encantaba criticar, un tiro en suspensión que envidiaba pero que se negó en redondo a enseñarme, y un ojo de francotirador para dos cosas; nombrar a los que serían los mejores fichajes de la temporada y detectar sujetadores con relleno.
Ben era genial y, sin duda, recordaba haber tenido una charla importantísima en la cancha sobre películas de terror que más que escalofríos producían ataques de risa, pero eso no nos convertía en amigos. De la misma forma en la que Martha tampoco era mi amiga. Esperar en la cancha mientras Ben y yo nos batíamos en un uno contra uno no nos convertía en amigos.
Lo mejor y lo peor de Ben era que, en esencia, era un puñetero bocazas. Pero… ¿por qué tenía que haberle contado lo de las películas de miedo a Martha?
Eran inseparables desde hacía años, eso lo sabía. Eran una especie de dúo cómico, el experimento hecho carne que demostraba que los opuestos se atraen. Ben era un espantapájaros altísimo y desgarbado con poco más que piel envolviendo al hueso, y Martha, una de esas personas que atropellabas en el metro sin querer. Ben atraía la atención de los desconocidos en un radio de varios kilómetros a la redonda; Martha era capaz de camuflarse en una sala vacía. Ben tenía un gusto un panto peculiar por los colores horteras y las combinaciones imposibles, mientras que Martha rara vez se alejaba de la seguridad de los vaqueros oscuros y las sudaderas prestadas de su hermano mayor. Ben era imposible de hacer callar, y Martha podía pasarse una semana entera sin pronunciar palabra. Ahora que lo pensaba, era probable que esta fuera la primera vez que la oía decir tantas y tan de seguido.
Por alguna razón esa idea me hizo estremecer».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Raquel Escribano Ortega os lo agradeceremos.