Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Cinco menores no acompañados son captados por una organización clandestina que actúa en la deep web, Los elegidos de Hathor, para participar en un juego macabro, a cambio de salvar de la indigencia a sus familias y alcanzar la estabilidad económica que nunca han poseído.
Son adiestrados por especialistas de las fuerzas especiales y actúan bajo las directrices de cinco mentores, ricos sin escrúpulos dispuestos a participar en el juego.
A cada uno de los concursantes se les asigna uno de los asesinos en serie más famosos de la historia a quien tendrán que imitar. Cuanto más se acerquen a sus métodos, mayor será la recompensa.
La partida ha comenzado y Madrid amanece sembrado de cadáveres mientras las apuestas echan humo en la web.
La brigada del inspector Romero se enfrenta al mayor reto que haya afrontado nunca, bajo las presiones sociales y las de sus superiores.
Los asesinatos se tornan más personales y el juego se vuelve aún más peligroso, a medida que la identidad de los mentores que se esconden tras las máscaras va siendo desvelada.
Begoña Montero Zahonero (Madrid) se licenció en Filología Hispánica en la Universidad Complutense y ejerce como profesora de Lengua y Literatura en un instituto de enseñanza secundaria en Fuenlabrada.
Publicó su primera novela, Ordalía, en 2020, perteneciente al género negro.
Como profesora de Teatro, ha escrito Nadie callará mis ojos. Un grito de aliento en dos actos (semifinalista en el certamen convocado por la Fundación Yehudi Menuhi), Escúchame si te atreves, Almas de distinta piel, representadas en el teatro Nuria Espert de Fuenlabrada (Madrid) y cuatro obras de microteatro recogidas en la obra Una balsa en el océano.
«Los elegidos de Hathor es un thriller de acción frenética que presenta una crítica sobre las desigualdades sociales y el despotismo del poder.
Nos muestra cómo los más indefensos arriesgan sus vidas en un juego de rol y son obligados a asesinar a víctimas inocentes, para entretener a los poderosos, hastiados de sus vidas de lujo. Se ponen de relieve los peligros de la deep web y sus actividades clandestinas, relacionadas con los delitos más truculentos que podamos imaginar.
La autora consigue involucrarnos en la trama haciendo partícipe al lector de los miedos, las frustraciones y las dudas de los menores no acompañados que tiene que llevar a cabo los asesinatos, mientras son observados por los poderosos a través de una pantalla desde la que hacen sus apuestas».
«A las diez de la mañana el tráfico era de todo menos fluido en el Paseo de la Castellana. Los coches avanzaban lentos entre sonidos de claxon y dióxido de carbono. Los transeúntes acelerados se movían de un lado a otro y se apresuraban para subirse a algún autobús abarrotado.
La puerta de los juzgados se tragaba riadas de trajes y maletines, zapatos de tacón lustrados y faldas de tubo, camisas de cuellos abotonados y corbatas de vivos colores.
Las puertas de las salas de audiencias se abrían y cerraban con la premura de las vistas que estaban por comenzar. En la sala tres esperaban los magistrados y los abogados defensores de los dos detenidos, quienes, a pesar de vestir trajes que podrían pagar el sueldo de un año de cualquiera de los letrados allí presentes, lucían grises ojeras circundando ojos apagados de derrota.
Cuando apareció la jueza en la sala, todos se pusieron en pie como señal de respeto.
Su señoría, la jueza Hinojosa, echó un rápido vistazo a la sala y comprobó que no quedaba ni un solo asiento libre. Los cámaras habían situado los trípodes en lugares estratégicos para no perder ningún detalle de los acusados, mientras los periodistas habían encendido sus ordenadores y tenían los dedos dispuestos a teclear la noticia que abriría los informativos del día sin lugar a dudas. El juicio era el más mediático de los últimos treinta años, no en vano, las atrocidades, supuestamente cometidas por los procesados, habían servido para rellenar horas y horas de programas, tanto informativos como sensacionalistas.
El oficial Jaime Regidor y el subinspector Alberto Jaén se encontraban entre el público. Cada pocos segundos, se giraban en dirección a la puerta, esperando ver aparecer a los agentes Marta Guerrero y Federico Ramírez. Llegaban tarde y no era habitual en ellos. En la Unidad la puntualidad era una de las normas que debían cumplir si no querían aguantar de mal humor al jefe todo el día.
La concurrencia comenzó a agitarse levemente al ritmo de los cuchicheos que partían de las personas cercanas a las ventanas. Un hombre se levantó y abrió una de ellas. El griterío de la calle inundó la sala y los policías dejaron sus asientos para dirigirse a la puerta de salida.
Los periodistas con sus cámaras salieron tras los agentes, recorriendo los pasillos que llevaban hasta el arco detector de metales de la entrada.
Al franquear la puerta, los pies de los policías pararon en seco, haciendo que los periodistas chocaran entre ellos.
Marta Guerrero y Federico Ramírez empuñaban sus armas, parapetados detrás de los troncos de los árboles cercanos.
Un joven desnudo, con el cuerpo ensangrentado, cubierto de laceraciones, se encaminaba con paso lento hacia la puerta de los juzgados.
De su mano derecha colgaba una cabeza».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Begoña Montero Zahonero os lo agradeceremos.