Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Cuando César emigró de su ciudad natal de Barcelona a Sevilla, lo hizo con la intención de no volver nunca. Sin embargo, la muerte de su padre y la extraña condición que impone para que César perciba su cuantiosa herencia lo llevan de nuevo a la ciudad donde una tragedia de su pasado rompió algo dentro de él. Cuando se ve obligado a enfrentarse los fantasmas de su pasado, descubrirá hasta dónde puede llegar la corrupción de los secretos que él creía olvidados.
La deuda pone al lector en la piel de un aspirante a policía convertido en detective privado, en una cuenta atrás para salvar una vida y con ella los únicos recuerdos positivos que le quedan de su pasado. Sin embargo, el camino que se verá obligado a seguir abrirá viejas heridas en él, revelando la oscura historia de violencia de la familia Sagrado.
Álvaro Ruiz Martínez nació en Sevilla en julio de 1995, adquiriendo pronto un enorme gusto por las letras. Graduado en Derecho y en Administración de Empresas y con un MBA en el bolsillo, no dudó en compaginar su formación académica con varios cursos en la Escuela de Escritores.
Siempre ávido de saber más, actualmente compagina la escritura con su trabajo de auxiliar administrativo en la Universidad de Sevilla y con la preparación de oposiciones a funcionario de la Unión Europea.
Con esta primera novela se presenta alguien que desde la infancia ha tenido un libro en las manos, comenzando por los tebeos de Mortadelo (el primer regaló que pidió) y siguiendo por literatura de toda clase: Género negro, fantástico, ciencia ficción, ensayos y filosofía, etc.
«El problema de las sinopsis es que es complicado capturar la esencia de una historia en ellas. Los temas subyacentes o los sentimientos que evocan, aunque se puedan dejar por escrito en un resumen, se pierden un poco por el camino.
Las emociones intensas que vive el protagonista, César Sagrado, buscan hacerse eco en las nuestras propias. La ira, la tristeza, la alegría y la indefensión que siente son muy parecidas (no las mismas, porque cada uno las vive a su manera) a las que todos hemos sentido durante los momentos más oscuros de nuestra vida.
César es un hombre que quiere huir de sus recuerdos del pasado para que no le destruyan, pero esos mismos recuerdos no tienen ninguna intención de desaparecer en el olvido. Esta historia va de eso. De detectives, sí, pero también de la deuda que tenemos con nosotros mismos».
«En una cafetería con terraza del Paseo de Gracia estaba sentado un hombre con una vista perfecta a la entrada del número 34. En una mesa con cuatro sillas él se encontraba solo, con apoyado con despreocupación en el respaldo y dos vasos de cartón de los que suelen servir para llevar frente a él. Uno de ellos, el que se encontraba entre sus manos, estaba lleno de té, mientras que del otro se escapaba un suave olor a café recién hecho. Siempre le había gustado hacer eso con el té caliente, resguardarlo entre sus manos para calentarse las manos. Bueno, y el olor, eso también le había gustado siempre, aunque el de café tampoco estaba mal.
Alzó la taza con tranquilidad hasta la altura de su rostro y aspiró el aroma del té, suspirando de placer. Cualquiera que le hubiera visto pensaría que este hombre era la viva imagen de la satisfacción.
Sin embargo, a la hora de beber, un ligero tic fruto del nerviosismo sacudió el vaso. Una única gota de color verde claro cayó de sus labios al puño izquierdo de la camisa. El hombre frunció el ceño, y tiró con violencia el vaso de té a medio llenar a la papelera bajo la mesa. Todo le había estado saliendo como debía, si no hubiera sido por el truco de César con los micros y la falta de previsión suya. Era, como él, muy astuto. El orgullo, pensó el hombre, había estado a punto de costarle todo por lo que se había esforzado durante tanto tiempo.
El hombre no se había dado cuenta de que seguía con el ceño fruncido y las facciones de la cara tensas en un rictus de desagrado, con la mirada perdida en el puño manchado de la camisa. Relajando su respiración consiguió suavizar su rostro hasta volver al semblante tranquilo de hace unos instantes. Estar presente en ese momento le estaba pasando factura, y el cansancio le entumecía el cuerpo y la mente. No importaba nada de eso, pensó el hombre, ya que había conseguido encauzar de nuevo la historia, y tendría el final que debía.
Volvió la vista del portal del bloque de pisos hacia el interior de la cafetería, y es que no estaba allí por el piso de Jaime Sagrado, sino observando a los que lo vigilaban. Vio a Andrés, el amigo de César, terminar de pedir un café para llevar. No quería estar ahí cuando Andrés volviese a sentarse con su amigo, no fuera a ser que lo viera.
Dejando el café en la mesa sin probarlo, pero no pudiendo resistirse a olerlo una última vez, se dispuso a marcharse. El hombre, con un suspiro exhausto, sabía que hoy terminaría todo».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Álvaro Ruiz Martínez os lo agradeceremos.
