
Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
«He llorado tanto que ahora me siento vacía y no sé si es posible llenar ese vacío. ¿Es posible seguir viviendo así? Como si nada te importase o como si el mundo se hubiese convertido en un lugar inhabitable».
Cristina explota de un día para otro sin motivo aparente. No hay indicios ni motivos. No hay nada. La tristeza la envuelve y se enraíza en su cuerpo. La ansiedad es una pieza más en un engranaje imperfecto.
Nadie te cree.
Nadie le da importancia.
Nadie te entiende.
Así es como te sientes. Abrazas la soledad como Cristina. Lloras día sí y día también. El vacío se hace más grande mientras buscas unas herramientas que no encuentras. ¿Te suena?
Esta es la historia de una chica con depresión, ansiedad y estrés-post traumático.
Esta es la historia de una persona.
Martha Black (1985 ciudadana de ninguna parte) es una autora que ha viajado por todo el mundo, pero que en la actualidad vive asentada en Madrid. Allí es donde crea todas las historias que pasan por su cabeza y todas guardan un mensaje para la sociedad.
Siempre dice que escribe sueños para cumplirlos, pero empezó escribiendo para entretener y ahora escribe para visibilizar el dolor y dar voz a las personas silenciadas. Amante de los animales y en especial de los gatos, es adicta al café y a las charlas profundas e interesantes. Siente admiración por Freddie Mercury porque, gracias a él, recordó cosas que creía olvidadas.
Ha publicado las novelas Sueños desdibujados, Las olas de tu corazón, Mi calendario de adviento y Odiado diario, pero guarda mucho más en la recámara.
«Te equivocaste pensando que la depresión era estar triste.
Te equivocaste cuando le dijiste a tu hijo que otros estaban peor que él.
Te equivocaste también, creyendo que no tenía tanta importancia.
Y eso es horrible, pero todos nos equivocamos.
La buena noticia es que vas a descubrir cómo es realmente vivir una depresión. Los entresijos. El dolor. El día a día. Lo que no te cuentan. Lo que te destruye. Lo que piensas.
Si has vivido la depresión o estás dentro de este vacío puedes sentirte parte de la novela y, si no, podrías ser parte de la solución. ¿Te has dado cuenta que aumentan los casos y que cada vez se habla menos y se frivolidad más? ¡Qué hipocresía!
Nunca pensé que escribiría una novela así, pero ya está escrita. Me saqué el corazón del pecho, lo coloqué sobre la mesa y lo miré mientras dejaba salir cada frase de mi cabeza. Me pregunté si sería capaz de visibilizar la Salud Mental poniendo palabras claras. Sin romantizarla. Sin banalizarla. Sin menospreciarla.
Y creo que lo hice.
Hay que hablar sobre estos temas. No es necesario escribir 400 páginas, pero sí que es necesario llamar a cada cosa por su nombre sin miedo. Normalizarlo. Porque la depresión es una enfermedad que no se ve. La depresión puede sonreír y bailar. La depresión también trabaja. La depresión, el día menos pensado, le dice a tu mente que ya está bien y toma una decisión de no retorno. Tu alrededor se preguntará qué ha pasado si el día anterior estabas bien.
Por eso os traigo una historia que habla de la depresión entre otras cosas.
Hablemos de ella.
Hablemos con ella, joder.
No tienes que esperar a que te toque a ti o a la persona que tienes al lado para informarte ni para empatizar. Como humanos cometemos siempre el mismo error con cualquier tema tabú. Pensamosque si no se habla no se contagia. La desinformación es una lacra. La desinformación, también mata.
Estoy vacía es para ti, seas quien seas, mayor de edad. No hay contenido explícito, pero no me ando con rodeos al escribir sobre el tema. Hubo un día en el que me dije que, si tenía que pasar por algo malo, también sacaría algo bueno.
Espero que tú saques algo bueno de esto.»
«Hoy he pensado en la muerte.
Miento. Desde que mi bomba interior estalló, el pensamiento de la muerte es algo recurrente. No he llegado a las autolesiones, aunque algunas voces de la Psiquiatría dicen que arrancarse los padrastros, rascarse granos y morderse el labio hasta quitarse la piel es una forma de autolesionarse. Eso sí que lo hago, pero no tengo la tentación de hacerme cortes en los brazos o en los muslos. Tampoco he pensado en acumular antidepresivos ni ansiolíticos para tomarlos de golpe y no despertar. Vivo en un décimo piso y, desde que estoy en la mierda, ni siquiera me he acercado al borde de la terraza con la intención de caer al vacío desde aquella vez que tuve miedo, ¿recuerdas? Pierdes el control de la mente cuando tomas tanta tanta tanta medicación.
Rememoro ese instante de vez en cuando.
Llevo tiempo luchando contra mí misma. Necesito conservar cierto control. Quiero mantener la lucidez. Ser racional. Diferenciar lo que está bien y lo que está mal. Tampoco pido tanto, ¿verdad? Pero si estás medicándote —especialmente durante los primeros días o si hay cambios frecuentes—, hay veces que pierdes el control sin darte cuenta. Piensas y pasan cosas que no quieres que pasen y sientes miedo.
Yo sentí miedo mirando hacia abajo. No tengo vértigo. Nunca lo tuve. Visité Nueva York y subí a los rascacielos más altos. Hice paracaidismo. Puenting. ¿Qué es un décimo piso comparado con eso? Ya había mirado al vacío en otras ocasiones y solo pensé que un décimo no es un quinto.
Pero aquella vez, pasé miedo. Pasé mucho mucho mucho miedo, joder.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito93 y Martha Black os lo agradeceremos.